Miles de refugiados de Nagorno Karabaj llegaron a Armenia, pese a la promesa de Azerbaiyán de «garantizar» los derechos de los armenios que se queden en ese enclave, tomado por las tropas de Bakú en una operación relámpago.
«Los habitantes de Nagorno Karabaj, sea cual sea su etnia, son ciudadanos de Azerbaiyán. Sus derechos serán garantizados por el Estado azerbaiyano», declaró Aliyev en una conferencia de prensa con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en Najicheván, una franja de tierra entre Armenia e Irán incorporada a Azerbaiyán a principios de los años 1920.
«Confío en el éxito del proceso de reintegración de los armenios de Karabaj a la sociedad azerbaiyana», añadió Aliyev.
La visita del jefe de Estado turco, que juega un papel importante en esta parte del Cáucaso, tiene un fuerte valor simbólico, días después de que las tropas azerbaiyanas se marcaran una victoria contra las tropas de la «república» autoproclamada de Nagorno Karabaj, una región mayoritariamente poblada por armenios que el poder soviético anexionó a Azerbaiyán en 1921.
Armenia y Azerbaiyán, dos exrepúblicas soviéticas, se enfrentaron militarmente en Nagorno Karabaj de 1988 a 1994 (30.000 muertos) y en otoño de 2020 (6.500 muertos). Tras ese último conflicto, Rusia desplegó una fuerza de paz en ese territorio.
Este lunes, Moscú rechazó firmemente las críticas del primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, que la víspera consideró que los rusos no intervinieron durante la operación fulminante de Bakú.
La diplomacia rusa incluso acusó a Armenia, un «rehén de los juegos geopolíticos de Occidente», de querer «destruir» las relaciones bilaterales, «enorme error», según Moscú.
Los separatistas afirman que 200 personas murieron en los combates la semana pasada, incluyendo seis soldados rusos que formaban parte de un contingente de paz desplegado después de último conflicto en 2020.
Por su parte, Azerbaiyán indicó que dos de sus soldados murieron por la explosión de una mina el domingo.
El martes, la Unión Europea (UE) prevé recibir en Bruselas a altos responsables de Armenia y de Azerbaiyán.
Este lunes, continuaron llegando a Armenia refugiados procedentes de Nagorno Karabaj y, según testigos, se produjeron atascos en la única carretera que conecta ese enclave con Armenia.
En total, 6.650 personas «desplazadas a la fuerza» de este enclave llegaron a Armenia desde el domingo, según el último balance del gobierno de Ereván.
En la localidad armenia de Goris, ubicada cerca de la frontera con Azerbaiyán, muchos desplazados se agolparon en un centro de acogida instalado en un teatro.
«Fueron días terribles», relató Anabel Ghulasian, una mujer de 41 años procedente del pueblo de Rev, que los azerbaiyanos denominan Shalva.
La mujer llegó con su familia en una camioneta, cargando sus pocas pertenencias en varias bolsas.
Valentina Asrian, una mujer de 54 años, contó que huyó de la aldea de Vank con sus nietos.
«¿Quién hubiera pensado que los ‘turcos’ vendrían a este pueblo histórico armenio?«, dijo, utilizando una expresión despectiva para referirse a las fuerzas de Azerbaiyán.
La mujer está alojada temporalmente en un hotel en Goris, pero no tiene ningún pariente que la reciba. «No tengo donde ir», afirmó.
En el centro de acogida establecido por el gobierno armenio en Kornidzor, en la frontera entre Armenia y Azerbaiyán, un hombre de unos 30 años, que llegó el domingo al lugar con el primer grupo de refugiados, relató que se arrepiente de haber dejado atrás su ganado y la tumba de su hija de tres años.
«Tuvimos 15 minutos para hacer las maletas (…) no le dijimos adiós. Espero poder volver», contó.
En los pueblos azerbaiyanos cercanos a Nagorno Karabaj, como Terter y Beylagan, los residentes celebran la victoria de su gobierno sobre los rebeldes y las calles están adornadas con banderas y retratos de los «mártires» caídos en los combates en las últimas décadas.
Algunos desplazados del conflicto esperan poder regresar a Karabaj.
«Claro que queremos volver a Karabaj, estamos cansados de la guerra y el miedo«, afirmó Nazakat Valiyeva, una mujer de 49 años que trabajó como obrera y que perdió a su marido en el conflicto de 2020.