martes, noviembre 12HOLA VALLE DE UCO

Huir para vivir, la historia de más de 40 millones de mujeres refugiadas


Therese (este nombre fue cambiado por motivos de protección) vivía junto a su familia en Luebo, República Democrática del Congo, pero hacia 2017 los violentos enfrentamientos entre la milicia y las fuerzas armadas congolesas rodearon su ciudad natal y su vida cambió para siempre.

Un grupo de hombres asesinó a su esposo frente a ella e incendiaron su casa en el medio de una estampida. Ese fue el día que esta mujer y sus diez hijos fueron forzados a desplazarse 300 kilómetros de su hogar para asentarse finalmente en Kananga escapando de la violencia.

“Se escuchaban disparos por todos lados. Empezamos a correr, presas del pánico”, recuerda Therese. Se dirigieron hacia el bosque, sin un rumbo claro, allí se toparon con cuatro soldados que a punta de pistola la violaron a ella y a su hija de 22 años frente al resto de su familia.

Luego del abuso, se escondieron entre los arbustos durante más de tres semanas, en ese lapso sus dos hijos más jóvenes murieron de hambre.

Al igual que esta madre e hija, más de 40 millones de mujeres y niñas en el mundo que escapan para salvar sus vidas afrontan situaciones de extrema vulnerabilidad.

La violencia sexual, la explotación y el abuso son factores que las obligan a escapar de sus hogares en busca de protección y, al mismo tiempo, se trata de uno de los riesgos más recurrentes que enfrentan a lo largo de todo el ciclo del desplazamiento forzado, en los países de origen, tránsito y destino.

Durante este tipo de situaciones, están desprotegidas y son más propensas a sufrir abusos o ser víctimas de trata de personas. Pero a pesar de estos peligros, huyen: se arriesgan a morir para sobrevivir.

Therese, de 47 años, en el patio de su casa en Kananga, República Democrática del Congo, a donde llegó después de huir de un conflicto en 2017. Foto: ACNUR/ Vittoria Moretti


Therese, de 47 años, en el patio de su casa en Kananga, República Democrática del Congo, a donde llegó después de huir de un conflicto en 2017. Foto: ACNUR/ Vittoria Moretti

El estigma de la agresión sexual

La vida en Kananga, Kasia, no fue fácil. Therese y sus hijos estaban traumatizados por todo lo que vivieron en tan poco tiempo. No tenían forma de conseguir dinero y los habitantes discriminaban a las mujeres por la violencia sexual que habían sufrido.

“Temo por mi hija. Me pregunto si se casará y tendrá hijos porque, conforme a nuestras tradiciones, las mujeres que han sido violadas suelen ser rechazadas”, confiesa Therese. La estigmatización que enfrentan en algunas comunidades después del abuso también es aterradora. En regiones del Congo, muchas mujeres son expulsadas de su familia por las normas sociales frente a la agresión sexual.

A pesar de todo, Therese no se rindió y siguió luchando por darles un futuro mejor a sus hijos. Participó de un programa de capacitación vocacional patrocinado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.

Se esforzó durante 8 meses para aprender a conducir, obtener su licencia y saber cómo desmantelar y reparar motores, neumáticos y frenos. Gracias a estos conocimientos tiene independencia financiera y hoy puede apoyar económicamente a sus hijos.

Estos programas dan herramientas a las refugiadas y sobrevivientes de situaciones extremas y les enseñan habilidades que las ayuden a ser autosuficientes.

El ACNUR promueve el desarrollo de programas y capacitaciones que permiten a las mujeres insertarse en mundos tradicionalmente más masculinos, como la mecánica automotriz, la electrónica y la tecnología de la información, para que puedan sostener financieramente a sus familias, al igual que explorar habilidades nuevas y cuestionar los estereotipos de género.

Karmen Issam Sakhr, representante regional de ACNUR para América del Sur.


Karmen Issam Sakhr, representante regional de ACNUR para América del Sur.

“Aprendí un oficio que me encanta. Me permitirá ser independiente y cuidar de mi familia”, cuenta orgullosa. Desde 2020, cientos de sobrevivientes y personas en riesgo de sufrir violencia de género en las provincias de Kasai y Kasai Central han recibido asistencia de ACNUR y sus socios.

La implementación de proyectos como el que ha dado un sustento a Therese requiere financiación. Para visibilizar esta realidad y fomentar el apoyo a millones de niñas y mujeres refugiadas y desplazadas que se encuentran en situaciones como la de Therese, Fundación ACNUR Argentina desarrolla la iniciativa “Huir para Vivir”.

A través de ella, es posible colaborar desde este país para continuar implementando estos programas y brindando protección y asistencia a un número cada vez mayor de mujeres y niñas que año a año escapan para salvar sus vidas.

Huir del hogar de forma abrupta, solamente con la ropa que se tiene puesta y poca comida para alcanzar la frontera más cercana ocurre todos los días en todas partes del mundo.

En ese recorrido peligroso que atraviesan las personas refugiadas y desplazadas del mundo para salvar sus vidas, las niñas y mujeres no acompañadas, embarazadas, discapacitadas, adultas mayores o jefas de hogar están más expuestas a sufrir violencia de género y discriminación mientras buscan asilo.

La historia de Therese es una más de las más de 103 millones de historias de personas refugiadas y desplazadas en el mundo. Nadie elige ser una de ellas, pero todos y todas podemos elegir cómo ayudar.

Desde Argentina es posible apoyar a las personas refugiadas y conocer más acerca de esta realidad contactando a fundacionacnur.org. Que las mujeres y niñas dejen de Huir para vivir depende de todas y todos. No miremos para otro lado.

*Este nombre fue cambiado por motivos de protección.

La autora es la Representante Regional de ACNUR para el Sur de América Latina

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