El presidente de Brasil envió así un claro mensaje a las fuerzas armadas, tras la fallida asonada golpista del 8 de enero.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, le recortó poder al sector militar del gobierno y puso bajo el control civil de la jefatura de gabinete a la Agencia Brasileña de Inteligencia (ABIN). La medida parece una respuesta a la intentona golpista del 8 de enero, cuando un militantes bolsonaristas radicales asaltaron las tres sedes del Estado en Brasilia.
El Diario Oficial de la Unión publicó este jueves que la Agencia Brasileña de Inteligencia dejará de estar subordinada al Gabinete de Seguridad Institucional (GSI) y quedará dentro de la órbita de la Casa Civil, cuyo titular es el ministro Rui Costa.
Según trascendidos, el futuro titular de la ABIN será el comisario Luiz Fernando Correia, quien comandó la Policía Federal durante el anterior gobierno de Lula. La ABIN fue creada en 1999 como órgano centralizador de la inteligencia del Estado brasileño.
El GSI se encuentra en el centro del debate debido a que sus integrantes, militares, son los encargados de la seguridad presidencial y del Palacio del Planalto, la sede de la presidencia. Y el gobierno sospecha que pudo haber una complicidad entre los agentes y los extremistas que invadieron con violencia el palacio presidencial, el Congreso y la sede de la Corte Suprema.
Se investiga si militares remanentes de la gestión de Jair Bolsonaro permitieron la devastación de la casa de gobierno durante el intento de golpe, una semana después de la asunción de Lula da Silva para su tercer mandato en Brasil.
Sospechas
Después de la fallida asonada, Lula acusó a los servicios de inteligencia del Estado de haber fallado en la prevención de los movimientos de la ultraderecha que terminaron accediendo sin resistencia a las sedes de los poderes, donde causaron grandes destrozos.
El violento asalto en la capital fue la culminación de una serie de marchas que comenzaron antes de la asunción de Lula para impedir que el jefe del Partido de los Trabajadores volviera al poder.
Los seguidores más fervientes de Jair Bolsonaro adhieren a la idea -alentada por el ex presidente de ultraderecha y desestimada por todos los observadores y autoridades electorales- de que hubo fraude en las elecciones de octubre.
La responsabilidad de que llegaran a los edificios era de la policía de Brasilia y la protección del patrimonio corresponde al Gabinete de Seguridad Institucional.
En una elección tensa y polarizada, Lula ganó en el balotaje del 30 de octubre con el 50,8% de los votos contra 49,1% de Bolsonaro, una diferencia de 2 millones de votos.
Su rival, que buscaba la reelección, nunca reconoció la derrota y viajó a Estados Unidos dos días antes del traspaso de mando, el 1º de enero.
En enero, Lula destituyó al comandante del Ejército, general Julio César de Arruda, por su supuesta complicidad con miles de bolsonaristas que acamparon frente al Cuartel General de esa arma antes de atacar al Planalto y otros palacios públicos. Además, despidió a decenas de policías y militares.
Las fuerzas armadas habían tenido fuerte protagonismo en el gobierno de Bolsonaro, un capitán retirado del ejército. Varios de sus ministros, y su vicepresidente Hamilton Mourao eran militares.
Fuente: agencias
CB