Deshidratación, infecciones respiratorias y diarrea. Descalzos y con las extremidades destrozadas, muchas veces sin uñas en los dedos de los pies. Más del 80% traumatizado por haber presenciado actos de violencia o haber sufrido una agresión sexual.
Este es el brutal saldo que significa atravesar la Selva del Darién, una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo. El trauma y el dolor quedan a la vista en San Vicente, una de las dos ciudades panameñas con estaciones migratorias que atienden a las miles de personas que logran sobrevivir.
“A los problemas de salud hay que sumarle el duelo. No sólo por dejar el lugar conocido, sino también por la gente que perdieron durante el trayecto, la agonía de llegar y quedarse en el alambrado esperando ver si un familiar finalmente va a llegar. Es un escenario de profundo sufrimiento”, afirma en diálogo con Clarín desde Bogotá Ana María Cerón, Advocacy Manager de Médicos sin Fronteras (MSF) en Colombia, la filial de la ONG a cargo de la atención en el Darién.
Médicos sin Fronteras se instaló en San Vicente en abril de 2021, cuando ya se detectaban las primeras señales de que en la frontera entre Colombia y Panamá empezaba a gestarse una crisis humanitaria. Si bien el Darién es usada como una ruta migratoria desde hace tiempo, era considerada tan peligrosa que poca gente se atrevía a embarcarse para cruzarla.
Un trayecto selvático de aproximadamente 160 kilómetros de largo por 50 de ancho que une Sudamérica con América Central, su compleja geografía y la presencia de elementos criminales a ambos lados de la frontera lo convertían en un desafío supremo por el cual solo circulaban unos pocos miles de migrantes por año.
Para darse una idea de las dificultades que presenta, cuando se construyó la ruta Panamericana que va desde Alaska hasta la Argentina en la década del 30, el único tramo que quedó sin hacerse es el que atraviesa la Selva del Darién.
Todo empezó a cambiar en 2021. Según autoridades panameñas, en los primeros nueve meses del año pasado, cerca de 95 mil personas cruzaron el Darién. En todo 2021, fueron 134 mil migrantes. Los números de 2022 son aún más acuciantes. Las autoridades migratorias panameñas afirman que, hasta octubre de este año, han cruzado por la Selva de Darién 151.582 personas.
El ritmo al cual crece la cantidad de personas también va en aumento. Mientras que en abril se registró el cruce de poco más de 6 mil personas, en mayo la cantidad ya superaba el doble, con casi 14 mil. En septiembre, ya eran 48.204.
Detrás de la explosión en la cantidad de migrantes se encuentra una compleja maraña de factores, desde la crisis económica agravada por la pandemia hasta una reciente excepción en las leyes migratorias de Estados Unidos, pasando inclusive por la viralidad de historias exitosas en redes sociales que propaga un mensaje optimista a miles de migrantes desesperados por aferrarse al mínimo jirón de esperanza.
Una selva infernal
El grueso de los migrantes llegan al lado panameño a través de dos rutas. La menos peligrosa es la más cara: hay que pagar 400 dólares para tomar un bote y luego cruzar la selva caminando durante dos o tres días hasta llegar a Canáan Membrillo, la comunidad de tránsito en la provincia de Darién a la que llegan tras esta ruta.
Hay otra ruta más barata, pero significativamente más peligrosa. Consiste en caminar entre siete y diez días por la selva hasta Canáan Membrillo, un trayecto en el que se denuncian constantemente robos, agresiones y casos de violencia sexual.
Desde allí y otra estación receptora llamada Bajo Chiquito, la guardia fronteriza panameña lleva a los viajeros en micros a las dos estaciones de recepción migratoria, Lajas Blancas y San Vicente. Los migrantes tienen que pagar este viaje en dólares y ahí esperar a que procesen sus aplicaciones. Por día, están llegando cerca de 1000 migrantes a cada puesto.
Este trámite puede llevar meses y la gente tiene que esperar a la intemperie porque no hay alojamiento. Quienes pueden hacerlo alquilan carpas, pero no tienen más remedio que colocarlas sobre las piedras para dormir.
En estos sitios es donde operan los pocos organismos que proveen comida y asistencia sanitaria a los migrantes. Según MSF, el 25% son mujeres y el 14% es menor de edad. La mayoría son jóvenes de 14 a 18 años, pero es muy frecuente ver llegar mujeres con bebés de 1 año.
Según una encuesta de ACNUR, por cada grupo de 10 personas hay una mujer embarazada en distintas etapas del proceso de gestación. Según los organismos apostados en el lugar, al menos una mujer ha llegado con el trabajo de parto ya iniciado, y debieron asistirla con el nacimiento en la estación migratoria.
Las consultas por temas de salud mental también son significativas. El 82% debe ser atendido por problemas producidos por la violencia. Cuando se les preguntó qué episodio los llevó a buscar atención, el 22% afirmó que era por haber visto episodios de violencia, y el 14% por haberla sufrido violencia sexual.
Una crisis que se agrava y cambia de perfil
Históricamente, la ruta del Darién era usada mayoritariamente por haitianos y cubanos, como así también por migrantes africanos que buscaban llegar hasta Estados Unidos. Este perfil demográfico se mantuvo inalterable en 2021, aún cuando los números se elevaron de forma exponencial, impulsados en gran parte por el agravamiento de la crisis económica tras la pandemia. Lo que empezó a cambiar eran las condiciones de estas personas.
“La condición de crisis tiene que ver con la precariedad en la que está llegando cada vez más gente. Cada vez peor. Es una ruta costosa, cada tramo supone pagos regulares, como transporte, por ejemplo. Después hay pagos por comida y remedios, y después están los relacionados con la criminalidad”, explica Cerón.
“Mientras que en el lado colombiano hay grupos armados, en el panameño hay grupos criminales que roban, asesinan y asaltan sexualmente a los migrantes. También hay que sumarle el tráfico de personas y los guías, que a veces los pierden a propósito, para tratar de ganar más plata. Los efectos más severos los sufren las personas que viajan más precariamente, que suelen ser los venezolanos”, completa Cerón.
El dato saliente de la corriente migratoria del Darién en 2022 es que la mayoría son venezolanos (70%), quienes parten no solo de su país natal sino de otros países latinoamericanos, como Colombia, Ecuador y Brasil, en busca de llegar a Estados Unidos.
Según The New York Times, también está aumentando la cantidad de ecuatorianos y peruanos, e inclusive se está registrando la aparición de afganos huyendo del régimen talibán.
Al ser el grupo que más precariamente emprende la travesía, los venezolanos son también quienes más tienden a optar por la ruta más dura y barata del Darién. Esto los obliga a deambular a veces hasta diez días por la selva. Esto los deja más vulnerables a sufrir las inclemencias del lugar como así también ataques de todo tipo.
Más allá de la brutal crisis económica que envuelve a Venezuela desde hace casi una década y ha provocado olas migratorias gigantes por toda Latinoamérica, la explosión de venezolanos sobre esta particular ruta se debe a un cambio de políticas migratorias en varios países.
Hasta principios de este año, los venezolanos que podían acceder a un pasaporte en su país y querían migrar a Estados Unidos tenían la opción de trasladarse por avión a naciones que estuvieran más cerca y desde ahí intentar ingresar. El destino más elegido por obvias razones era México, y un gran flujo de venezolanos migrantes llegaba de esta manera.
En enero de 2022, este escenario cambió cuando varios países, entre ellos México, Belice y Costa Rica, empezaron a solicitar visado a los venezolanos que quisieran entrar. En los testimonios recogidos de migrantes venezolanos que atraviesan el Darién, esta situación es citada abrumadoramente como una razón por la cual decidieron volcarse a la ruta migratoria a través de la selva.
Sin embargo, el principal incentivo por el cual tantos venezolanos estaban dispuestos a arriesgarse era una singular excepción al llamado Título 42 de la ley migratoria de Estados Unidos instalada por Donald Trump en marzo de 2020.
Citando la emergencia sanitaria y la necesidad de controlar la transmisión del coronavirus, la normativa efectivamente prohibía la entrada a los migrantes que llegaban hasta al frontera de Estados Unidos con México.
Hasta octubre de 2022, los venezolanos estaban exceptuados de esta regla debido al enfrentamiento entre Washington y Caracas. Esto significaba que podían llegar hasta la frontera y entregarse a las autoridades para pedir asilo en el país, dado que Venezuela cerró su embajada en Estados Unidos en 2019 y no aceptaba la repatriación de ciudadanos retenidos en ese país.
Y si bien funcionarios estadounidenses aclaraban una y otra vez que no había “santuario” para los venezolanos, la particular disposición de la ley circulaba entre los migrantes como una promesa de que el ingreso a Estados Unidos estaba asegurado.
Muchos especialistas también apuntan al hecho de que las historias de éxito que circulan por las redes sociales, especialmente por TikTok, funcionan como un peligroso incentivo para lanzarse a la travesía.
Según The New York Times, los videos de TikTok agrupados como #selvadarien con historias de migrantes que habían logrado atravesarla y entrar a EE.UU. habían cosechado más de 500 millones de visualizaciones hasta julio de este año. Un vocero de la empresa le dijo al diario estadounidense que no planeaba deshabilitar el hashtag, a pesar de que sus pautas establecen que no admiten contenido que promueva actividades ilegales.
Fue el salto en este flujo migratorio lo que provocó que el gobierno de Joe Biden modificara esta excepción. Desde el 12 de octubre, Estados Unidos ya no acepta a los venezolanos que se presenten en la frontera con México y sólo procesará las aplicaciones de quienes gestionen el ingreso a través de los canales correspondientes.
Quienes son apresados de forma ilegal serán expulsados a México, en donde también tendrán la categoría de ilegales, lo que les impedirá, entre otras cosas, acceder a la atención sanitaria.
Respecto de los que buscan asilo, sólo podrán hacerlo quienes tengan alguien en Estados Unidos que haga de “sponsor” financiero, lo que asegura a los aplicantes la posibilidad de residir en el país hasta dos años. Según funcionarios estadounidenses, se espera que hasta 24 mil venezolanos entren dentro de esta claúsula y se les permitirá volar al país.
Si bien los datos muestran que la cantidad de migrantes en la frontera ha disminuido, la causa que los impulsa a emigrar sigue en pie y no desaparecerá por un cambio en la legislación, tal como ilustra Ana Maria Cerón, de Médicos sin Fronteras.
“El endurecimiento de las políticas migratorias aumenta el sufrimiento de las personas. La gente migra porque las condiciones en sus lugares de residencia se han vuelto intolerables, y no hay ninguna restricción que pueda cambiar ese hecho”, completó.